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En los grupos de WhatsApp de los alumnos del instituto Borg de la localidad austriaca de Graz no paraban este martes de circular vídeos de ... la masacre. Entraban en cascada, uno tras otro, aunque todos mostraban prácticamente lo mismo: gritos, estudiantes a la carrera, sirenas... «Fue terrible, tan inesperado. Había muchos heridos», relataba un estudiante, aún en shock, a la emisora pública ORF. Una de sus profesoras figura entre las once víctimas mortales –incluido el atacante– de un tiroteo que en esta ciudad de algo más de 300.000 habitantes no logran explicarse. Para algunos era una especie de «película». Para otros, uno de esos sucesos que ocurren lejos de Austria. «Esta es una zona tranquila, pero de repente me sentí como si estuviera en La Habana», comentó un hombre al periódico local 'Kleine Zeitung'.
En Graz costaba entender cómo uno de sus vecinos, de 21 años, había sembrado el terror en el mismo centro educativo donde había estudiado años atrás. Mark Nolden, también veinteañero, vive en una urbanización al otro lado de la calle donde se levanta el Borg. «Conozco a algunos niños que van a esta escuela. Esto es un gran impacto para mí. Espero que todos estén bien. Es una situación de película, sobre todo por la incertidumbre», relató al diario 'Steirerkrone'. No era el único en el vecindario que ponía cara a las víctimas. Ibrahim, de 15 años, está matriculado en otro centro pero, tras el crimen, no se quitaba de la cabeza la idea de que «podíamos haber sido nosotros». «Me da miedo», reconocía.
En el entorno del instituto donde Artur A. sembró el terror con sus disparos indiscriminados se vivieron escenas de enorme tensión, con madres y padres que esperaban alguna noticia. Michael, de 51 años, era uno de ellos: había telefoneado dos veces a su hija de 16 sin que nadie respondiera al otro lado. Sandra Roller y Franz Wegscheidler residen frente al centro educativo y se imaginaban la angustia que atrapaba a muchas familias con menores en el Borg. No era su caso pero, contaban al 'Steirerkrone', «tenemos dos hijos y estamos en shock, hemos visto heridos». Ella se confesaba «presa del pánico».
Igual de «conmocionado» decía estar Metin Ozden, quien atiende a diario a estudiantes del instituto en su establecimiento de kebabs, situado a apenas cien metros del centro educativo. «Estaba en el trabajo cuando pasaron a toda velocidad los primeros coches de la Policía. Supe que algo malo había pasado. Nunca había visto tantos servicios de emergencia en mi vida», explicó al 'Kronen Zeitung'. Desde la barra observó cómo algunos chavales se escondían tras una valla en el patio y a padres «llorando camino de la escuela». «¡Esto es una tragedia!», sollozaba el hostelero.
Metin Ozden
Hostelero de Graz
Cerca del Borg se encuentra también el restaurante Calamar. Hasal Darsel, su propietario desde hace siete años, fue testigo directo de la operación de las fuerzas de seguridad. «A las diez de la mañana llegó la Policía y bloqueó la calle. Cerré las puertas del local», detalló al mismo periódico. En ese momento se encontraba solo con el cocinero y no podía parar de pensar en sus tres hijos: «Esto es una catástrofe, simplemente terrible. Al fin y al cabo, se trata de niños».
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