Secciones
Servicios
Destacamos
La muerte del Papa nos ha sorprendido este Lunes de Pascua. La lógica conmoción en el mundo católico viene acompañada esta vez por la consternación ... en un amplio sector alejado del fenómeno religioso tradicional, que lamenta sinceramente la desaparición de esta figura universal. Francisco ha sido un Papa también reivindicado por muchos agnósticos y no creyentes, que han apreciado su voluntad reformadora, su compromiso social y su apuesta por la paz en un mundo devorado por las guerras y los fanatismos. Su voz alzada en esa jungla de muerte y destrucción ha sido un referente ético con independencia de los sentimientos religiosos. Y su final, con las botas puestas, desvalido y gravemente enfermo, refleja también la extraordinaria personalidad de un hombre que llegó para cambiar el rumbo de la Iglesia sin romperla por dentro. Incluso asumiendo riesgos. Francisco estuvo detrás de los movimientos discretos de sus estrechos colaboradores, los cardenales Ma-tteo Zuppi y Pietro Parolin, para asentar un final dialogado al terrorismo de ETA. Atención al dato.
La complicidad del Papa con los que sufren en este mundo es quizá uno de los legados más valiosos del argentino Jorge Bergoglio, que llegó al Vaticano con el deseo de ser más «el párroco» o el obispo de Roma que el Sumo Pontífice. Es esa sinfonía de aperturismo y de sencillez la que le ha permitido conectar con una tradición progresista o de izquierdas que ha estado históricamente alejada de la Iglesia Católica y que, sin embargo, le ha visto con afecto y con simpatía. Esta corriente, que añoraba el espíritu novedoso que supuso en su momento el Concilio Vaticano II, se ha reencontrado con su mensaje como si este último supusiera un regreso al cristianismo original, alejado de la pompa del poder y deseoso de buscar en la 'periferia' las raíces auténticas de lo espiritual en un entorno marcado por un consumismo materialista sin freno.
En una sociedad en la que una parte percibe una honda crisis de autoridad en la jerarquía católica, esta mirada benévola sobre el liderazgo 'bueno' del Papa supone un considerable cambio de rasante que puede condicionar el debate que se abre ahora en el seno de la institución eclesial. La sucesión de Francisco, que tendrá que materializarse en un Cónclave de los cardenales, va a visibilizar ese titánico pulso que se vive en la Iglesia Católica. El ala más 'neocon' está al acecho para reconquistar las posiciones de poder perdidas con el Papa fallecido.
La ola de populismo ultra que vive Occidente no es ajena a esta disputa cultural que puede afectar a cuestiones muy sensibles como las reivindicaciones relacionadas con la libertad sexual. Que el último encuentro público del Papa haya sido con el vicepresidente norteamericano J. D. Vance dejará para la posteridad su compromiso con las personas migrantes frente a la arbitrariedad e insensibilidad de la Administración de Donald Trump. Todo un testimonio moral en su despedida.
Francisco ha exhibido un notable perfil político por su compromiso con algunas causas, ya sea la medioambiental, la pacifista o la tragedia de los migrantes. El empeño de numerosos políticos, ya sea de izquierda o derecha, por buscar la fotografía con él en el Vaticano ha sido un botón de muestra revelador de que su Papado ha sido transversal y ha logrado traspasar el espacio convencional de los católicos. Ese el gran valor añadido de su testamento.
La Iglesia tiene grandes retos que encarar en los tiempos convulsos que vivimos. También debe afrontar con una actitud proactiva y valiente el problema de la pederastia que ya ha abordado Francisco frente a la hostilidad de ciertos sectores internos más conservadores, que se han enfrentado a él por sus decisiones tajantes al respecto. Otra asignatura pendiente es el papel de las mujeres. Que nadie espere vuelcos revolucionarios. Pero las cosas no pueden permanecer como si nada hubiera ocurrido.
Los cambios sociales y culturales afectan a una institución que ha pervivido 2.000 años, que ha perdido influencia en el primer mundo y que se enfrenta a la falta de certezas que caracteriza a la sociedad contemporánea. El peligro de una Contrarreforma a rebufo de ese giro extremista es real, aunque el Papa ha sabido mover determinadas piezas en el tablero para que no se produzca una involución o una marcha atrás. Los más tradicionalistas prefieren una Iglesia más clásica, aunque sea menos poderosa, y se envuelven en las banderas de las esencias y los dogmas. A la vez, en el universo no religioso crecen las demandas para recuperar una cultura de valores. Muchos jóvenes, por ejemplo, han dejado de ir a misa pero, sin embargo, son más solidarios que nunca con sus semejantes más vulnerables. El sucesor de Francisco tendrá que lidiar con esta gran paradoja si quiere proseguir la línea de cambios emprendida por su antecesor.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Importante aviso de la AEMPS a los diabéticos
Las Provincias
Todo lo que necesitas saber del Rallye Festival Hoznayo
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.